Felicidad en estado puro, brutal, natural, volcánico, que gozada, era lo mejor del mundo... Mejor que la droga, mejor que la heroína, mejor que la coca, chutes, porros, hachís, rallas, petas, hierba, marihuana, cannabis, canutos, anfetas, tripis, ácidos, lsd ,éxtasis... Mejor que el sexo, que una felación, que un 69, que una orgía, una paja, el sexo tántrico, el kamasutra, las bolas chinas... Mejor que la nocilla y los batidos de plátano... Mejor que la trilogía de George Lucas, que la serie completa de los Teleñecos, que el fin del Milenium... Mejor que los andares de Ally Mcbeal, Marilyn, la Pitufina, Lara Croft, Naomi Campbell y el lunar de Cindy Crawford... Mejor que el pequeño paso de Amstrong sobre la Luna, el Space Mountain, Papa Noel, la fortuna de Bill Gates, las malas experiencias cercanas a la muerte, la resurrección de Lázaro, todos los chutes de testosterona de Schwarzenegger, el colágenos de los labios de Pamela Anderson, mejor que los excesos de Morrinson... Mejor que la libertad... Mejor que la vida.

lunes, 22 de abril de 2013


Yo sí me largué, me largué a tiempo. Me fui, antes de que me echases por la puerta de atrás. Si algo me gané, fue irme por la puerta grande, dando un enorme portazo. Un portazo de esos que dejan tras de si una verdad inamovible: "Me voy porque quiero". Ojalá pudiese decir que fue ilesa, pero no fue así. Las heridas tardaron demasiado tiempo en cerrarse. Sé que, si hubiese sido por ti, no hubiesen sanado nunca. Tú habrías preferido que siguiese doliendo eternamente. Nunca fui lo que querías. Me acostumbré a echarte de menos. Me hice a la idea de que nunca más sería tu voz la que me susurrase al oído, no volvería a sonreír mirándote. No me reiría más contigo. Nunca más. Cuando dejé de hacerme daño a mi misma por todo ello, recordé que eras tú quien me lo hacía. Recordé lo que era una noche llorando, mendigar por un beso y toda una vida cediendo. Caí en la cuenta de que eras tú quien se daba media vuelta cuando yo estaba mal. Me acostumbré a que no estuvieses conmigo, porque en realidad nunca habías estado. No te debo nada. Me largué sin darte una sola explicación. Lo hice porque comprendí que, si seguía perdonando, tendría que hacerlo toda la vida. No era eso lo que quería para mí. Fue la única decisión puramente egoísta que he tomado en toda mi vida (también la mejor). No te odio. Espero, de todo corazón, que seas feliz. Pero no conmigo, porque nunca te lo has ganado y ahora, aunque quisieses, ya no podrías. Recuérdalo bien. Yo hace mucho tiempo que ya no pienso en ello.

No hay comentarios:

Publicar un comentario